LA EDUCACIÓN EN TIEMPO DE PANDEMIA
La pandemia ha
cambiado abruptamente nuestra forma de vivir y relacionarnos. De manera
forzosa, nos hemos encontrado cada cual en su propia casa aprendiendo de nuevo
a compartir con el núcleo familiar las 24 horas del día. Ese cambio lo han
sufrido, de manera especial, los niños y los adolescentes y jóvenes que se han
visto privados de aquello que más les gusta: compartir con sus amigos.
Además, se ha
truncado el proceso educativo apenas empezado. Los niños extrañan la escuela
con todos los componentes que esta les ofrece; los padres están preocupados
porque no saben qué hacer con la educación de sus hijos. En esta situación la
única vía de salida es la educación virtual.
Esta última ha
ingresado con fuerza en todo el mundo, justo por la pandemia. Es una
metodología oportuna para continuar con el proceso educativo y no vulnerar el
derecho de miles de niños, adolescentes y jóvenes que, por la presente
circunstancia, no pueden estar en clases presenciales.
Es loable que el
propio ministerio de Educación se haya preocupado de preparar a los maestros
ofreciéndoles capacitación gratuita en tecnología a través de varias
plataformas. Estamos viviendo un momento histórico que supone para nuestra
sociedad un reto desafiante en el cual todos estamos involucrados.
De una u otra
manera, todos tenemos que ser conscientes de que la forma de “hacer escuela” ha
cambiado de ahora en adelante. Y si es importante la calidez del encuentro, no
menos importante es la posibilidad de investigar, relacionarse, aprender algo
nuevo que permita superar las limitaciones impuestas por la pandemia. Si es
fundamental para el niño ensuciarse, jugar y compartir, de la misma manera
puede aprender a ser creativo utilizando un smartphone, una tableta o una
computadora.
Muchos maestros
buenos y preparados lo dicen claramente: estamos aprendiendo a usar una nueva
herramienta. Se necesitará hacer pruebas, adaptaciones, mejoras en el progreso.
Pero importante es que el niño se sienta siempre activo, motivado, que pueda
desempeñarse con espontaneidad y creatividad. Para que todo esto se pueda hacer
realidad en nuestro medio, es importante lograr que se cumplan unas condiciones
mínimas.
Ante todo, que
el maestro no tenga miedo de empezar a aprender algo nuevo, desconocido, que
puede que no resulte tan bien en las primeras pruebas. Finalmente aprenderá una
nueva didáctica que lo enriquecerá humana y profesionalmente. En segundo lugar,
es necesario que los padres y madres estén atentos al bienestar de sus hijos
sin dejarse contaminar por intereses políticos que no aportan al bien de la
educación y que prefieren la inacción. Tercero: es imprescindible que las
autoridades de educación tomen decisiones oportunas y pertinentes, abriendo
sendas nuevas en este camino de la educación virtual. Es fundamental que pasen
a reconocerlas y legitimarlas como una forma real de educar (acaso la única, en
algunas circunstancias).
Las autoridades
gubernamentales en su conjunto están llamadas, en esta hora histórica, a
aportar a la educación como la única forma de mejorar las condiciones de vida
de los habitantes de nuestro país.
En este momento
tan delicado para la educación, la Iglesia católica valora y agradece los
esfuerzos de los maestros; está a su lado, los acompaña y apoya para que
nuestra educación adquiera una nueva calidad y sea capaz de responder a las
distintas situaciones que nos toca vivir. Y piensa también en los miles de
padres y madres preocupados por este año escolar, que desean que sus hijos
estén protegidos y a la vez puedan estudiar, porque saben que lo que se juega
es su futuro. Su preocupación es plenamente legítima, y por eso las instancias
educativas de la Iglesia (que sirve a la sociedad con más de 2.600 centros
dedicados a la educación) están comprometidas a apoyarlos para que los
estudiantes puedan continuar con todos los medios a disposición hasta culminar
exitosamente esta gestión escolar.
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